sábado, 19 de junio de 2010

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Entonces, cómo he de ser, quién soy, cuál es mi camino y cuál estoy siguiendo, me pregunto. De todas maneras, lo que me rodea no puede hacerme demasiado daño, no puede cambiarme ya, y ya no es capaz de sorprenderme, está fuera de mí, tanto de mi alcance como de mis intenciones. No me importa, entonces no me duele, y más me vale, porque sólo la muerte me separa de esto. La verdad, sé la manera de sobrevivir, es decir, de vivir siendo feliz. Una vez que ya me he vuelto así, ya estoy atrapado porque ya no puedo volver atrás, sería irracional convertirme de nuevo en el error que he estado rectificando, sólo puedo seguir a delante con esta enfermedad. Y por ello he de aceptarla y convivir con ella, haciéndola cada vez peor, irrevocablemente. Pero si pienso en vivir, debo verlo con otros ojos no tan manchados de pesimismo. Porque sé que no soy la única, que hay mucha más gente, teniendo en cuenta un denominador mucho mayor de gente normal, digamos, que no se para a pensar tanto, y quizá sea mejor vivir feliz sumido en la ignorancia. La felicidad. Algo inútil realmente, innecesaria para vivir y, al mismo tiempo, una preocupación grande para las personas con libertad, las personas libres de hacer lo que quieran, la gente de este país, por ejemplo. Creo que este es un país libre, sí. Existe la libertad que se siente desde siempre, a la que nos acostumbran, todo el mundo se cree libre siendo lo que es y haciendo lo que hace, desde que se nace. Entonces, lo son. Después de esto, yo me liberé. Es posible hacerlo sí, y vi la libertad muy lejos de repente. Ya no me sentía capaz de ser y hacer lo que quisiese, me había alejado de la perfección para distanciar mis límites y sufrir por no poner alcanzarlos jamás, comencé a consumirme en mi propia enfermedad. Debo darle otra definición más soportable, debo servirme de mi progreso interior, de mi evolución, de mí mismo, hasta mi muerte.
Creo que la solución es no precipitarme, no tomar en serio nada ni nadie, no profundizar en agujeros sentimentales que me aten a algo o alguien, no confiar en ideas entorno a nada ni nadie ¿cómo convivir así? Siempre intento llegar a una filosofía sólida, ordenada y propia, que me ayude a alcanzar la paz en mí con lo que me rodea. No creo pretender escribir mis leyes que nadie respetará después de, seguramente, habérmelas pensado más que, por ejemplo, mi presidente, al que seguro estoy, escucha más gente. Y en esto consiste mi mente, en darle vueltas y vueltas a todo, en hacer paralelismos entre mi forma de pensar y la del resto, en traspasar las barreras discrepando más allá de lo cuerdo y lo respetado de antemano. No soporto que sea tan simple como eso, yo soy mucho más, pero no existo porque nadie tiene porqué entenderlo ni soportarlo. Antes, reconozco, me sentí sin libertad por esto, porque no pude ser yo, porque no cuadraba. El exterior nunca cambió, pero ahora, sin embargo, ya no me siento así. Ahora soy totalmente libre, mi segunda liberación, esta vez, ya no es por descubrir, sino por aguantar, por sonreír.


No me esfuerzo demasiado por serlo, eso es imposible, los esfuerzos no me gustan, no forman parte de mi libertad y yo, soy libre. Sería prisionero de mí mismo, estaría reprimiendo mi libertad, pero ella no está en mí, aunque la puedo usar cuando yo quiera.

Lo considero una especie de capacidad. Inexplicable. No existe asertividad justa para la definición de libertad, aunque más sencillamente, podemos decir que no existe y sería bien cierto. No es un comentario pesimista, no cabe en este tramo de mis pensamientos durante los que intento llegar a algo bueno, algo estable que sé, nunca existirá. Supongo, éste es, mi camino de baldosas amarillas hacia la muerte, mi razón de vida. Como decía, no es pesimismo señores. Estoy simplemente hablando de física, siempre en la cumbre de la razón, pues dale las vueltas que quieras, ella siempre la tendrá. Puedes desear todo pero sólo llevarás a cabo lo que ella te permita, ella sí es Dios. Es la verdad.

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